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lunes, 21 de mayo de 2012

Viejos aires - Por Santiago O’Donnell

Esta semana el veterano presidente socialdemócrata Karolos Papoulias (foto) propuso la formación de un gobierno de notables para salir de la crisis griega. Pensando un poco en el corto plazo, habrá razonado que, como dice su ministro de Economía, a Grecia le queda plata para pagar un mes más de pensiones y jubilaciones. Dado que están esperando cualquier día de éstos un desembolso de 130 mil millones de euros para tapar el agujero, entonces habría que aguantar un poquito más, cobrar el rescate de la Unión Europea y a seguir remando con la esperanza de que las cosas mejoren de a poco.

Había que aguantar, razonaba el presidente, porque el rescate había sido prometido a cambio de durísimas medidas de ajuste que vienen soportando los griegos desde hace dos años, a un costo enorme. Recortaron casi un tercio de las jubilaciones, cerraron fábricas, cesantearon a empleados públicos y hoy más de un quinto de la población activa está en la calle por falta de empleo. Entre otras consecuencias que ni hace falta nombrar, la recesión generó una crisis política que ya se ha cargado a dos primeros ministros y a los grandes partidos que apoyaron sus gestiones. Ahora la Unión Europea le exige a Grecia 11.000 millones de euros más en recortes para los próximos dos años. Claro, a cambio le permiten refinanciar una deuda que ya casi duplica el producto bruto interno del país. Los italianos pusieron un gobierno tecnócrata y la van llevando, habrá razonado el presidente griego. ¿Por qué no nosotros?
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Era un plan. Un plan para solucionar el problema. El problema es que los griegos están hartos del ajuste. Hace dos semanas hubo elecciones y el ajuste perdió. Necesitaba 151 bancas, sacó 149. Pero eso no es nada. El problema es que al ajuste lo bancan los dos principales partidos políticos de Grecia, el del centroderecha y el de la socialdemocracia. En las elecciones del 2009 esos dos partidos habían sumado cerca del ochenta por ciento de los votos y ahora sacaron el treinta y dos. O sea, paliza histórica para el ajuste que se lleva puesto al bipartidismo griego, pero el veterano político a cargo de la presidencia cree que lo puede arreglar. Total, bien visto, el problema se soluciona con dos bancas, dos diputados que se borocoticen, que se cambien de bando, para que el bando del ajuste pueda sumar 151 bancas. Entonces el ajuste tendría mayoría parlamentaria y se podría formar un gobierno al gusto de la Unión Europea.

Total, los griegos no quieren abandonar el euro, se habrá justificado el presidente. Y es así. Los griegos en su inmensa mayoría están hartos del ajuste, pero también en su inmensa mayoría no quieren salirse de la moneda europea. No es un país que se autoabastezca ni que cuente con grandes recursos naturales. Los griegos intuyen, más bien se dan cuenta, que no están para cortarse solos.

Entonces, el veterano presidente, acostumbrado seguramente a estas situaciones, miró por ahí y se encontró con el tal Fotis Kubelis, de Izquierda Democrática, quien se había alzado con el 6,1 por ciento de los votos en la última elección y por ende había pasado a comandar una bancada con la nada despreciable cifra de diecinueve parlamentarios.

Era la pieza que faltaba. El miércoles, el presidente anunció que conversaría con los partidos pro ajuste más Izquierda Democrática con la idea de formar un gobierno. No dijo “gobierno de tecnócratas pro ajuste”, sino que usó una frase más marketinera: “gobierno de notables”. Tampoco dijo que el objetivo del gobierno era bancar el ajuste y patear las elecciones, sino “flexibilizar y renegociar a largo plazo las drásticas medidas de ajuste del Memorándum firmado con la Unión Europea”. El líder socialdemócrata Venizelos fue más sincero. “El objetivo es evitar las elecciones”, dijo al salir de su reunión con el presidente. Habrán pensado que la maniobra podía salir bien, pero es difícil saberlo. Al día siguiente, cuando le preguntaron al presidente si pensaba que el gobierno de notables podía prosperar, sólo contestó con una sonrisa.

Es que había que ganar tiempo. La plata sólo alcanzaba para un mes más, y el presi sabía que no le iban a dar el rescate si no se formaba un gobierno que bancara el ajuste. Por ley, si no se formaba el gobierno antes del fin de semana había que llamar a nuevas elecciones dentro de un mes. Pero no podía. No podía llamar a elecciones porque ganarían los que están contra del ajuste, esta vez por mucho más que hace dos semanas según todas las encuestas, y entonces chau rescate. Entonces la cuna de la civilización occidental, la patria de los filósofos, la tierra donde viven millones de personas, de laburantes como vos y yo, entra en bancarrota y entonces agarrate Catalina. Chau ahorros, chau laburos y a empezar de cero. Entonces el veterano presidente concluyó que tenía que patear las elecciones.

Pero al final el tal Fotis Kubelis, de Izquierda Democrática no resultó ser una rata. Está bien, se sentó a la mesa con los grandes, por un rato jugó a ser el salvador de la patria, se ganó sus diez minutos de fama, pero al final le dijo no a la idea del gobierno de notables. Quizá lo hizo por convicción, pero las encuestas de opinión mostraban que su imagen había entrado en picada.

Reaccionó el tal Kubelis y entonces al presidente no le quedó más remedio que resignarse y llamar a elecciones para el 17 de junio.

En medio de tanta incertidumbre, que Europa sí que Europa no, que Merkel afloja o no afloja con el ajuste, que Grecia entra o no entra en bancarrota, que la izquierda triunfante el mes que viene será más o menos moderada, al menos surge un indicio. Los viejos aires están de salida.

Publicado en Página/12 el 20 de mayo de 2012
Imagen: AFP

lunes, 14 de mayo de 2012

Nuevos aires - Por Santiago O’Donnell

Se llama Alexis Tsipras (foto), le dicen “cool Alexis” y buena parte del futuro de Grecia está en sus manos.

Tranquilo, canchero, 37 años, ingeniero civil, cara redonda, pelo corto y negro, amplia sonrisa, en pareja y esperando su segundo hijo, le gusta vestirse de traje oscuro y camisa blanca abierta dos botones, vive en un departamento de un barrio de inmigrantes, se inició en la juventud comunista. Cuando el partido se alejó de una coalición de izquierdas en 1991, él se quedó en la coalición y saltó a la fama en las elecciones para alcalde de Atenas en el 2006, donde salió tercero. Esta semana dio el batacazo al entrar segundo en las elecciones parlamentarias griegas con el 16 por ciento de los votos (y 51 parlamentarios), cuadruplicando el caudal que su partido había sacado en el 2009.

Desde entonces no para de crecer. De no mediar sorpresas habrá nuevas elecciones el mes que viene y, según las encuestas, Tsipras marcha primero en la intención de votos por varios puntos, con el 24 por ciento del total.

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El fenómeno Tsipras tiene sus razones. Desde mayo del 2010 Grecia viene haciendo recortes salvajes para comprar rescates financieros de la Unión Europea que le permiten pagar sus cuentas. Los recortes traen recesión y un desempleo que ya supera el veinte por ciento de la población, amén de una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores del 50 por ciento desde que empezó la crisis.

Ahora la Unión Europea le exige a Grecia que recorte once mil millones de euros en el 2013 y 2014, casi el cinco por ciento del producto bruto de ese país.

Tsipras dice basta de ajuste, basta de receta fracasada. “Nuestra línea roja es que el mandato popular no puede ser ignorado. El pueblo griego ha dado un claro mandato de cancelar estas duras medidas de austeridad que en los últimos dos años y medio nos han llevado a la catástrofe. Si esta condición básica que estamos exigiendo en esta negociación no se acepta, está claro que por lo menos no podemos ser parte de un gobierno”, explica en un cable de Associated Press.

Como era de esperarse, el auge de Tsipras puso nerviosos a los popes de la Unión Europea. “Queremos ayudar a Grecia y vamos a ayudar a Grecia. Pero Grecia tiene que querer que lo ayuden. Si se desvían del camino de reformas acordado, entonces el pago de nuevos segmentos de ayuda no será posible”, dijo esta semana el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, en una audiencia del Parlamento sajón.

Tsipras entiende el chantaje pero hace su juego. Grecia no puede funcionar sin el rescate. Las cuentas no cierran. Eso nadie lo discute. Pero la Unión Europea también necesita a Grecia, también es vulnerable y hay mucho más en juego que la suerte de un solo país, retruca el ingeniero.

“Abandonar el euro sería un acontecimiento excepcionalmente negativo, no sólo para Grecia sino para toda Europa. Estamos diciendo que la receta debe cambiar. Hasta hace poco, nos decían que la receta estaba bien pero el cocinero era malo. El cocinero no era malo. En todos los lados donde la receta se aplicó, el resultado fue un fracaso. El método de austeridad está causando problemas en España, Italia, Portugal e Irlanda”, dijo Tsipras.

No hace falta ser muy revolucionario para entender el juego que plantea Tsipras. El blog Capitalismo Dogmático (www.dragcap.com) lo plantea así: “Así que están todos con una moneda única. Así que no hay flotación de tasas de intercambio para equilibrar el comercio. Tampoco hay soberanía de moneda así que cada uno de los países es susceptible a una crisis de solvencia. Entonces lo que pasó es que los países con déficit comercial tuvieron que salir a pedirles prestado a los países con superávit comercial para seguir financiando su gasto. ¿Y quién daba la mayoría de los préstamos? Por supuesto, el sector bancario alemán. Así que los dos están unidos. Si por ejemplo Italia entrase en default, mataría a los bancos alemanes. Además, como Alemania es el país de mayor superávit comercial primario en la región disfruta de los beneficios del sistema de moneda única. Si Italia volviera a la lira en este clima, el euro se apreciaría contra la lira y Alemania sería menos competitiva con Italia. Así que Alemania tiene mucho para perder. Yo diría que en esta partida la periferia tiene la mejor mano”.

Tsipras sabe bien dónde está parado. Un socialista acaba de ganar en Francia. Gran Bretaña entró en recesión. España cuelga de una cornisa, Italia presa del mal humor, Irlanda y Portugal esperando el próximo cachetazo de los mercados. “Muy pronto (la canciller de Alemania, Angela) Merkel tendrá que enfrentar la realidad. Estará en la difícil posición de tener que enfrentar la desintegración de la Zona Euro si ella insiste con estas políticas de austeridad.”

Tsipras dice que no desea que la Unión Europea vuele en pedazos por culpa de las decisiones que pueda tomar Grecia. “Voy a ir tan lejos como pueda para mantener a Grecia en la Eurozona”, declara. Pero enseguida agrega: “El acuerdo para el rescate griego es nulo y vacío y debe ser abandonado”.

Ahora hay que esperar. Primero esperar a ver si Tsipras gana las elecciones y consigue formar gobierno. Después, si Tsipras mantiene su palabra de no negociar el mandato popular, habrá que ver si la Unión Europea afloja con el ajuste y cambia la receta, o si negocia seguir con las medidas de austeridad a cambio de una zanahoria que pueden ser los Eurobonos, o si Grecia abandona definitivamente el euro. Igual podrá seguir siendo parte de la Unión Europea pero manejando su propia moneda como Gran Bretaña y los países escandinavos. Si Grecia se sale de la convertibilidad y repunta como la Argentina cuando se salió de la suya, entonces España e Italia querrán hacer lo mismo. Entonces los bancos alemanes y franceses no podrán soportarlo. El euro dejará de existir, aunque no por ello caerá la Unión Europea, organismo supranacional que se sustenta en acuerdos aduaneros, migratorios, comerciales, legales, diplomáticos, agrícolas, ictícolas, militares, sanitarios, medioambientales, académicos y culturales que en su conjunto exceden por mucho la cuestión de la moneda única.

La buena noticia es que el futuro de Grecia ya no depende solamente de lo que disponga la burocracia del Banco Central Europeo. En un continente diezmado y tambaleante, surge otro discurso. Y cambian los protagonistas. Ahora apareció Tsipras, el ingeniero civil griego de 37 años que promete defender del ajuste al salario y la dignidad de su pueblo.


Publicado en Página/12 el 13 de mayo de 2012
Imagen: AFP

jueves, 10 de mayo de 2012

Vara diferente (Mensajes sobre "Disidentes")

Estimado Santiago (¿puedo llamarlo Santiago?), estoy de acuerdo con el contenido de su nota. El motivo por el cual le escribo es que hay una contradicción que no deja de inquietarme.  No lo digo por ud. en particular, pero existe una preocupante tendencia de un sector importante de la intelectualidad progresista argentina de medir con una vara diferente las violaciones a los derechos individuales, dependiendo de la afinidad política del gobierno que atenta contra estos derechos. Condenas furibundas por un lado y silencio y complicidad cuando los atropellos provienen de Cuba o Venezuela. Si vamos a aceptar que todos los seres humanos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros, estamos en el horno. Me parece que hay temas en los que no caben las medias tintas: si robas un peso o mil millones, eres un ladrón, es cualitativo, no cuantitativo. Si estás a favor de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, entonces debes exigir el mismo respeto (y respetar por tu parte) por igual a todos, independientemente de las ideas políticas de cada cual. 

Otra cosa es ser hipócrita.
Saludos, Gabriel Arias
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 Se puede dar parte de la noticia y todo lo que halla en ella puede ser parte de variantes subjetivas. Al incluir esta referencia quizás podamos demuestrar donde empieza y donde termina. Los  intereses pueden variar a beneficio de la duda en cuanta información uno pueda alcanzar, y más allá de las fuentes de los grupos de noticias, medir el interes de propagandizar estos actos de disidencia, - o como bien has escrito - parte de la disidencia y sin desestimar, ni subestimar, la investigación que hayas hecho.

Pienso que por el interés hacia los derechos humanos, originás esta opinión sobre el disidente chino, la imagen de foto en su silla de ruedas y el poder de la imagen que ello genera, es otro recurso de la subjetividad a vista que a costumbre se emplea para representar las heridas que tenga y no son vistas. El poder para atropellar el libre pensamiento es una causa que se sucede en otros paises del mundo, y aunque su constitución no se base en el autoritarismo, tienen aparatos represivos que influyen en ámbitos reservados de la politica nacional - internacional; pero bien: se puede asociar  autoritarismo del poder donde participan los medios de comunicación, y aquellos ciudadanos quedan acorralados en esa parte de la noticia y de la imagen. Hay noticias que se manejan desde el profundo sentimiento autoritario que las agencias sostienen,  con fuerte énfasis en el contenido de sus ámbitos, bajo el predominio imperial de su diplomacia.

Se sabe que prima el valor de acuerdos. En otros casos, está suscripto a que modifiquen el imaginario desde lo hueco de la libertad y quienes reciclan al leer y comentar estos mensajes, se hace un inciso que los sumerge en la base  de creencias  que se aprovechan de lo miserable de la situación y entran a concevir el plan de quienes mueven la estrategia en la psueda protección que se otorga a cambio de.
Desconozco las estadísticas de atracción al ir en busca de refugio y al entrar por la puerta de embajada de Estados Unidos. Puedo retener cierta cantidad de lecturas en esta historia de relatos a lo largo de la historia de estas embajadas; que " socorren " a casi todos aquellos que entren al intercambio de estados de libertades.
Da para sostener debates y hasta quizás refrendarlos por falta de un análisis que congenie y sastifaga a la mayoría - minoria en  que insistan ser disidentes al verso y contraverso en tantos hechos que se sucedan en la redondez del mundo.
Es oportuno insistir en una investigación, tanto como para recavar datos de los presos politicos que se encuentren en las cárceles especiales de los Estados Unidos de América. Favor de cotejar entre el predominio del país de la democracia y los regímenes autoritarios revestidos de democracia como en Europa y otros lugares del planeta llamado Tierra.
Esta es mi inquietud después de leer tu nota y esta es una humilde opinión, sobre este juego de disidencias, sean del origen que provengan y cuál es el fin que quieran alcanzar, en nombre de los derechos humanos..

Saludo atentamente a tu persona. Rodolfo Librero 







iMPRESIONANTE SANTIAGO, GRACIAS.

Alejandra Cornejo Sanz







 ‎...y ni hablar de las atrocidades q cometen contra los practicantes de Falun Dafa...ojala algun dia haya coherencia entre lo q declaman y lo q hacen los gobiernos y no sean mas socios de asesinos y torturadores.

La Flor de Barracas

lunes, 7 de mayo de 2012

Disidentes - Por Santiago O’Donnell


Los disidentes molestan a los regímenes autoritarios. No importa si están libres, o presos en la cárcel, o presos en sus casas, o presos en un hospital: se quejan y arman un barullo, atrayendo los interesados oídos de la prensa internacional. Algunos se quieren ir, otros se quieren quedar. Cuanto más autoritario el régimen, más molestan los disidentes.

En estos días, en China el abogado ciego Chen Guangcheng (foto) es un disidente muy molesto y además inoportuno. Acaba de escaparse de un arresto domiciliario y de viajar 300 kilómetros para refugiarse en la Embajada estadounidense de Beijing, justo cuando Estados Unidos había mandado una delegación de funcionarios de primer nivel para acordar con China los grandes temas de la agenda internacional.
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Señal de los últimos reacomodamientos geoestratégicos, los principales funcionarios de China y Estados Unidos se reúnen anualmente por tratarse de la primera y la segunda potencia del mundo. En la reunión de esta semana en Beijing la delegación estadounidense encabezada por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario del Tesoro, Timothy Gaithner, llegó con una agenda cargada. Al tope de la lista, las ventajas competitivas que una moneda supuestamente devaluada le da a China y la respuesta china a las supuestas amenazas nucleares de Norcorea e Irán. China no cedió en ninguno de los dos temas. Dijo que la valuación de su moneda era una cuestión de mercado y respecto de posibles sanciones en el tema nuclear, apenas aceptó estudiarlas.

Pero esta reunión era especial por otros motivos. China está en el medio de una transición presidencial que no ocurre desde hace diez años. El futuro presidente chino designado, Xi Jinping, había visitado Estados Unidos hace tres meses para presentarse en sociedad. Estuvo con Obama en Washington y con productores rurales en Iowa, y después en Los Angeles fue a ver un partido de los Lakers. Sonriente, entusiasta y accesible, marcó un contraste con el actual presidente, el sobrio y distante Hu Jintao. La gira de Xi mostró la creciente importancia que China la da a su imagen en el exterior. Por eso también lo del disidente molestó.

El escape de Chen tampoco cayó en un buen momento para Estados Unidos. El presidente Obama se encuentra en plena campaña y sus rivales republicanos se aprovechan para criticarlo por su supuesta debilidad ante las violaciones de derechos humanos en China. “Nuestro país debe desempeñar un papel importante para instar a China a realizar reformas y en apoyo a quienes luchan por las libertades que disfrutamos”, Mitt Romney le espetó al presidente la semana pasada en un comunicado en el que le exigía a Obama que proteja a Chen.

Chen se metió en la Embajada estadounidense el miércoles, dos días antes de que lleguen Hillary y compañía. Tenía el pie fracturado en tres partes por un mal paso dado durante la fuga. En cuanto llegó, los norteamericanos empezaron a negociar con los chinos sin admitir públicamante que tenían a Chen, buscando una solución discreta que no opacara las negociaciones bilaterales.

Chen se había hecho famoso mundialmente por documentar y denunciar las campañas rurales de esterilización y abortos forzados del gobierno chino para imponer la política de un solo hijo por hogar y así bajar el índice de natalidad en el país más poblado del mundo. Los chinos querían que la embajada entregue a Chen y Chen les había dicho a los estadounidenses que quería quedarse en China.

Entonces los norteamericanos negociaron que Chen saldría de la embajada para tratar sus fracturas en un hospital de Beijing, donde lo estarían esperando su mujer y sus hijos. Chen tenía mucho miedo por su familia. Había pasado los últimos dos años bajo arresto domiciliario sin ser acusado de nada y, antes de eso, cuatro años y medio en prisión, acusado, según él falsamente, de destruir propiedad y obstruir un carretera durante una manifestación. Chen les dijo a los norteamericanos que estaba precupado porque él y su esposa ya habían recibido varias palizas durante su arresto domiciliario, y temía que su familia sufriera represalias por haberlo ayudado a escapar.

Los norteamericanos le dijeron que se quedara tranquilo que habían arreglado con los chinos para que pueda estudiar abogacía en una universidad a cuarenta kilómetros de Beijing, sin que nadie lo vuelva a molestar.

Eso sí, para que agarre viaje, los norteamericanos le dijeron a Chen que, si no aceptaba su familia sería devuelta a su casa donde fueron golpeados, a 300 kilómetros de Beijing, donde la embajada no podría garantizarles su seguridad. O sea, una oferta que Chen no podía rehusar. Entonces aceptó y salió de la embajada horas antes de que empezaran las reuniones de alto nivel.

No bien partió Chen de la sede diplomática, la Embajada norteamericana emitió un comunicado triunfalista destacando que la solución alcanzada con China en el caso Chen podría servir de modelo para otros disidentes que quisieran quedarse en China y expresarse con libertad. El embajador estadounidense acompañó a Chen al hospital, donde efectivamente esperaban los familiares del disidente.

Parecía que todos ganaban con el acuerdo. Estados Unidos solucionaba el problema del disidente chino más famoso. China evitaba el papelón de ver partir al exilio a un ciudadano reconocido. Y Chen se reunía con su familia y empezaba una vida tranquila. Pero algo salió mal.

No bien terminó el horario de visitas, los médicos y los diplomáticos estadounidenses que acompañaban a la familia Chen fueron invitados a retirarse y los Chen quedaron en manos de agentes de seguridad chinos que interceptaban sus visitas y limitaban sus comunicaciones telefónicas. A Chen no le gustó nada y a la mañana siguiente, cuando volvió el horario de visitas, reunió a corresponsales extranjeros y les dijo que había cambiado de opinión, que quería irse de China y que temía por la seguridad de su familia.

Las declaraciones del disidente cayeron mal entre la dirigencia china. El gobierno emitió un comunicado criticando la “intromisión inaceptable” de Estados Unidos en los asuntos internos chinos. Sin embargo, las reuniones bilaterales se llevaron adelante con normalidad, sin que se diga mucho, al menos en público, de los derechos humanos.

Ayer, terminadas las reuniones, con Hillary y Gaithner de regreso en su país, Estados Unidos anunció que se había llegado a un nuevo acuerdo con el gobierno chino sobre el futuro de Chen. Tras unos días en el hospital, el disidente viajará a Estados Unidos con su mujer e hijos para estudiar derecho en la Universidad de Nueva York, señala un comunicado del Departamento de Estado. O sea, no viaja como un asilado de embajada, sino como un simple estudiante extranjero becado.

Beijing y Washington salvan las apariencias, pero Chen no está contento. Le preocupa la suerte de su hermano mayor y su sobrino, que cayeron presos la semana pasada. Y más todavía le preocupan su madre y su padre, que siguen viviendo en el mismo pueblito con las mismas autoridades que encerraron y golpearon a Chen y a su esposa.

Los disidentes molestan a los regímenes autoritarios. Molestan también a los gobiernos que buscan negociar con regímenes autoritarios. Sobre todo cuando esos gobiernos pretenden mostrarse, ante sus propios electorados, como referentes de la defensa de los derechos humanos.

Como en el caso de Estados Unidos con Chen, buscan una solución intermedia entre la denuncia y la inacción. Suelen apelar a la llamada “diplomacia silenciosa” de acuerdos no escritos que permiten mejorar la condición de los perseguidos, pero sin castigar a los perseguidores. A veces sale bien, a veces sale mal. Cuando sale mal, los disidentes quedan expuestos y desprotegidos.

Por suerte, Chen sigue molestando. Por más que lo metan preso, lo manden a su casa, lo escondan en una embajada o lo internen en un hospital, por más que lo saquen volando para que vaya a estudiar en Nueva York. El disidente molesta porque no le encuentran lugar.


Publicado en Página/12 el 6 de mayo de 2012